La traída del mayo en Peraltilla

        La «traída del Mayo» es una ceremonia, un rito, una fiesta, una tradición y costumbre milenaria que se celebra para dar la bienvenida a la primavera.

        La antigüedad de esta tradición de la «traída del Mayo en Peraltilla», no puedo establecerla, pero sí recuerdo que cuando era niño el día de Pascua subía corriendo a la plaza para ver el Mayo. Siendo niño mi abuelo paterno me relataba cosas de nuestras costumbres. En cierta ocasión que íbamos al campo, yo a caballo en el burro y él andando muy cerca, le pregunté -yayo, ¿porqué plantan el Mayo en la plaza?- él me contestó -no lo sé, pero te digo que es una costumbre muy antigua-. Luego me relató que cuando él era mozo iban a una de las arboledas del municipio, triaban (elegían) el chopo más alto y más recto, lo talaban y lo traían a hombros hasta la plaza donde lo plantaban; después rondaban las calles cantando jotas, y que de madrugada, cuando las mozas salían a escobar (barrer) la calle bailaban la jota con ellas. También cuando yo fui mozo, traíamos el Mayo y terminábamos la fiesta rondando por las calles cantando jotas y otras canciones.

        La costumbre de la «traída del Mayo» es antiquísima, pues ya en el antiguo Egipto, «en el libro de los Muertos» escrito alrededor del año 4.000 antes de Cristo y encontrados, sus capítulos, en la pirámide de Unas y en la de Teta, ya se cita la costumbre de la traída del Mayo como saludo de bienvenida a la primavera.

        Nos cuenta Plutarco, que en el antiguo Egipto, hubo un gran y sabio rey llamado Osiris, al tomar posesión de su reino se percató de que sus súbditos eran bárbaros e incultos, que incluso practicaban el canibalismo y otras costumbres salvajes, se propuso civilizarlos con su sabiduría enseñándoles unos códigos de normas de conducta, las artes de la labranza y de la agricultura, viviendo unos años de prosperidad y abundancia. Este rey era tan gentil y bueno, y tan agradables eran sus métodos de inculcar el conocimiento en las mentes de los bárbaros, que éstos veneraban la mismísima tierra que pisaba.  

        Sin embargo, tenía un cruel enemigo, su hermano Set. el Tifón griego, que lleno de celos y envidia maquinó un plan para asesinarle y así librarse de su hermano. A fin de cumplir su plan se alió con Aso, reina de Etiopía, y otros setenta y dos conspiradores. Un día Set fue a visitar a su hermano Osiris, y sin que éste se diera cuenta, le tomó las medidas de su cuerpo con las  cuales mandó construir un maravilloso cofre, ricamente adornado, donde pudiera caber el cuerpo de Osiris. Una vez el cofre en su poder, invitó a los conspiradores y a su hermano el rey, a un gran banquete. Una vez terminado el banquete, Set mandó traer el precioso cofre al salón y dijo, fingiendo bromear, que el cofre le pertenecería a aquel que cupiera en él. Uno tras otro los huéspedes se tumbaron en el cofre, pero ninguno cupo; hasta que le llegó el turno a Osiris. Inconsciente de la encerrona que le tendían, el rey se metió dentro del cofre, momento que aprovecharon los conspiradores para cerrar la tapa del cofre claveteándola y derramando-plomo candente sobre ella para cerrar cualquier rendija o fisura. Cerrado herméticamente el cofre lo echaron a las aguas del río Nilo, que fue arrastrado por las aguas hasta un remanso donde había cierto arbusto tamarisco, que un tiempo después, milagrosamente,

        Se había convertido en un árbol magnífico, y había encerrado el cofre de Osiris dentro de su tronco.  El rey de aquel país, llamado Melcarthus, maravillado por la altura y la belleza de¡ árbol, lo hizo talar y trasladarlo para utilizar su tronco como pilar para sujetar el techo de su palacio. Osiris  posteriormente fue divinizado y adorado como el Dios o espíritu de¡ crecimiento de¡ trigo y de los árboles. Desde entonces se celebraron ceremonias de tala de árboles, como la ceremonia de talar un pino e inscribir una imagen en él, y dice que dicha ceremonia «puede que perteneciera a la clase de costumbres cuyo acto de traer el Mayo era la más familiar». 

        También en España la fiesta o ceremonia del Mayo y de los Mayos es muy antigua, D. Alfonso X El Sabio» Rey de Castilla, en una Cántiga, escrita en el siglo XlII, ya la menciona como salutación: «ben vennas Mayo».  

        En el Bajo Aragón, en los pueblos de la serranía de Albarracín, se da excepcional importancia por su antigüedad a las fiestas de los Mayos, enlazados con la fiestas de primavera y de la fecundidad y los correspondientes ritos agrícolas. Son ceremonias en las cuales se mezcla el canto que es un romance a la llegada de Mayo, los emparejamientos por sorteo de mozas y mozos, censurado por la iglesia como «matrimonios fingidos», el plantar un chopo en la plaza (el Mayo) y diversas ceremonias amatorias y de convites y obsequios.  

        El emparejamiento de mozas y mozos se hacía depositando en dos pucheros papeles con los nombres de las mozas y de los mozos, unas manos inocentes sacaban alternativamente de uno y otro puchero los nombres y se emparejaban un mozo y una moza. Como en estos emparejamientos solamente intervenían los mozos, las mozas se enteraban de¡ sorteo porque se les cantaba: «Si quieres saber, mañica 1 el Mayo que te ha caído / José se llama por nombre 1 Martínez es su apellido» o el que correspondiese en cada caso. Al mozo se le llamaba «el Mayo». En algunos pueblos, la Maya (moza) el día 1.11 de Mayo, invitaba a almorzar a su pareja (el Mayo) y hasta el 24 de junio el «Mayo» tenía que sacarla a bailar en el primer baile y obsequiarla con una serenata: «Aquí todo es cortesía 1 a cantarte el Mayo 1 señora, venimos 1 y para cantártelo 1 licencia pedimos». El compromiso terminaba un día ritual, el de San Juan, con baile alrededor del árbol al que se llama «Mayo», plantado en la plaza.

         Las tradiciones, los usos y costumbres, son los que dan carácter y personalidad a los pueblos y a sus gentes. No debemos olvidarlos, pues, ellos han dado y nos siguen dando momentos de alegría y felicidad. la felicidad no es cosa de dinero, ni de las muchas y grandes cosas que se poseen, sino de disfrutar con ilusión y alegría de esas pequeñas cosas y momentos, cotidianos, que suceden cada minuto, cada hora y cada día.  

Alfredo Coronas Nadal